“Josefina es tu nombre de pila, que desde el bautismo debiste llevar, más la gente al cortarlo se inclina, todos te llamamos Pepina nomás…” dice la canción A Pepina de Carlos Ramón Gómez, en honor a la fundadora de la Coral Zaraza, hija ilustre zaraceña, Josefina Riccardi de Castro. Este mes de junio dedicamos nuestro editorial a la vida y obra de esta honorable zaraceña quien supo poner, pizca a pizca, todo su amor y trabajo por la cultura de su pueblo JORGE AGOBIAN | @jorgeagobian María Josefa de Jesús de Lourdes Riccardi Braschi Leer biografía completa, mejor conocida como Josefina o cariñosamente como Doña Pepina dejó un legado invalorable en Zaraza. Fue maestra, cultora y fundadora de la agrupación musical Coral Zaraza, patrimonio artístico del municipio.
Siempre muy bien arreglada, con conjunto estampado y la boca pintada de rojo, andaba guiándole los pasos a las niñas que con disfraces hermosísimos, creados por ella misma, desfilaban en el carnaval de Zaraza. La Coral Zaraza era la atracción principal de esos desfiles, pues las carrozas y comparsas de Doña Pepina eran famosas, muy famosas. Pepina se esmeraba en crear carrozas originales: la torta de 15 años, Mickey Mouse, el Molino, la fantasía marinera, la Calabaza de Halloween, el Cisne, entre muchas otras. Los trajes de las comparsas eran inigualables: coloridos y bien hechos, pues varios días atrás, con ayuda de las madres, se había sentado frente a la máquina de coser. Hilaba uno a uno los puntos de las telas y después la máquina con sus escándalos y practicidades retazaba las costuras.
“La última comparsa que produjo fue la de las diablitas”, recuerda Marieva Zamora Irazábal, quien entró de 5 años a la institución y aún hoy día, como profesional, sigue siendo “coralista”. Sobre la última carroza que diseñó, se recuerda la fantasía marinera: un pequeño barco forrado con flores troqueladas. El temple de Pepina
Pepina haló unas cuentas orejas a las “niñitas” inquietas, quienes sentadas en las sillas multicolores de su casa, le colmaban la paciencia durante los ensayos de la Coral Zaraza. “¡Niiiiiña, estate quieta!”, decía a las jovencitas. Ninguna de ellas alguna vez tomó esos regaños para mal. Pepina creó un lazo afectivo con sus niñas, y con sus no tan niñas. Las tardes de muchas jóvenes zaraceñas pasaron en la casa número 27 de la calle Bolívar, lugar de residencia de la familia Castro Riccardi.
La diversión de juntarse con las demás integrantes de la coral, la aventura de esconderse en cada rincón de la casa, lo sabroso que era comerse el heladito que vendía la muchacha que vivía con ella (Juana) y muchas cosas más, quedaron impregnadas en las paredes de la casa colonial de la familia Riccardi. Por la puerta azul del zaguán de la casa (hoy día marrón), entraban corriendo las niñas, emocionadas por estar otra tarde en la coral. Pero si alguna llegaba con descotes, enseguida Pepina se levantaba y soltaba: “¡Esa niña no tiene maaadre! Mira como la deja salir a la calle”. Las carcajadas se apoderaban del recinto. Todas comentaban con gracia las ocurrencias de Pepina. María Eugenia Zamora, integrante fundadora y madre de otra coralista, recuerda el temple de quien consideraba una segunda mamá. “Era estricta cuando de ensayar y montar un acto se trataba”. Piensa que nunca pudieron (las integrantes de la coral), retribuir todo lo que su directora les dio, lo cual resume entre enseñanzas y valores: disciplina, respeto, tolerancia, compañerismo, el valor de la amistad, de la constancia y el amor por nuestra música. Sobre la música, el compás y los tiempos, casi el 80 % de las canciones interpretadas por la agrupación eran, y siguen siendo, composición del maestro Carlos Ramón Gómez. Otro valor que inculcó fue el amor a Dios y a la Virgen. Eso se puede constatar por la cantidad de coronaciones de la Virgen María, que año a año organizaba en el mes de mayo. Además de eso, Pepina preparó a cientos de niños y niñas para la tomar la primera comunión. “Enseñó a cuantos niños llegaron a su vida a rezar y respetar a Dios y a la iglesia”, agrega Marieva Zamora.
El autobús de Pepina La Coral realizó incontables viajes por Venezuela. En las madrugadas de cada temporada vacacional salía el autobús a Mérida, Margarita o a Playa Colorada en el estado Sucre. Los viajes eran organizados por Pepina y las representantes de las niñas. En el recorrido no se dejaba de hacer lo que se hace en una coral: cantar. Recuerdos dolorosos, Chinchorral, Federico el de Gervasio, Flor de Unare, La negrita de El Furrial, Madrugada en el Palenque, entre muchas otras piezas del maestro Carlos Ramón Gómez, eran entonadas en las carreteras. Muchas amistades nacieron en los viajes de la Coral Zaraza. A Pepina le encantaba comer chucherías y dulces, recuerda Marina Álvarez. En los viajes a las playas, que fueron muchísimos, se sentaba en la arena y llamaba a cuanto vendedor de ostras pasaba frente a ella. “¡Mijooo, ven para acá!”, les gritaba a los jóvenes que pasaban cargados de moluscos. Y cuando no eran ostras, eran torrejas repletas de azúcar, conservas de coco o cualquier otro dulce. El 31 de marzo de 2001, Pepina junto a sus coralistas recibieron al ex presidente Hugo Chávez Frías. Pocos meses después, se le otorgó el autobús amarillo a la Asociación Cultural Coral Zaraza. Desde entonces, el singular ómnibus amarillo, parecido a un transporte escolar, viajó a todas partes. Uno de los últimos viajes lo organizó Bermarys Rodríguez, actual directora de la institución; el destino fue Caracas, lugar donde se encontraba internada Pepina en la Casa Hogar Hermana Estefanía. El 23 de junio de 2007 un grupo numeroso visitó ese centro geriátrico. Allá le cantaron y le danzaron a la fundadora de la Coral Zaraza, quien tenía 94 años para entonces. Esa fue la última vez que la vieron, pues cuatro meses después, el 25 de octubre de 2007, cortó el umbral la prolífera vida de Doña Pepina.
Legado centenario El próximo mes de julio se conmemorará el centenario en honor a Josefina Riccardi de Castro. El homenaje tendrá lugar en la Iglesia San Gabriel Arcángel, el mismo lugar donde en 2005 se le realizaría un acto en su honor, al cual no pudo asistir por una recaída. La canción A Pepina de Carlos Ramón Gómez, resume en una de sus estrofas el legado de esta honorable mujer zaraceña, quien seis años después de su partida, y a cien años de su nacimiento, sigue presente en el acervo cultural del pueblo. “Te debe la iglesia, te debe el folclor tu arte, tu obra, todo va a favor, de tu gente amiga, la comunidad porque no conoces la mezquindad” Pepina fue un árbol frondoso del cual quedaron muchas ramas resistentes. Fue una jardinera: regó sus flores, sembró semillas pensando en el futuro del pueblo. Hoy día, en la conmemoración del centenario de su nacimiento, las más hermosas flores lucen con orgullo las batolas rojas, distintivas de la Coral Zaraza, que resumiendo entre uno y otro recuerdo, se concretan en un nombre: Josefina Riccardi, la inolvidable Doña Pepina. JORGE AGOBIAN | @jorgeagobian |
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